ISLAS CANARIAS - Tenerife

23 de octubre, vuelo Tenerife - Barcelona. Vistas espectaculares desde la ventanilla, un bonito paseo por las nubes, dejando atrás el Teide y todo lo que le rodea.


La isla de Tenerife enamora por su naturaleza. Paisajes de contraste, a veces parecidos a la idea que podemos tener del paraíso. En esta isla pasas del calor al frío, del cielo a la tierra en medio segundo. El mismo día puedes subir a la cima de la montaña más alta de España y por la tarde darte un baño en las playas de arena negra del norte o o blanca del sur.

Lo ideal es disponer de un vehículo para poder descubrir todos los rincones que te ofrece este lugar. En un fin de semana, puedes recorrer la isla si viajas en coche y te gusta la aventura. Las carreteras son bastante buenas y la gente conduce bien. Eso sí, grandes desniveles hacen que si tu coche de alquiler tiene un motor pequeño te cueste un poco subir. Pero con un poco de paciencia y buen humor, todo llega. 

Puedes alquilar un coche en el mismo aeropuerto, tanto si es Tenerife norte como sur, ambos están bien comunicados y cerca de cualquier parte de la isla.  Yo recogí mi coche y en una media hora estaba en Santa Cruz de Tenerife, la capital, que la verdad es que no tiene mucho encanto, pero como capital pues te da todas las comodidades. El transporte público es bueno, pero si viajas como yo un fin de semana, lo mejor es el coche.

El mismo viernes visité el Puerto de la Cruz y la Laguna, que antes fue la capital. Es una pequeña ciudad con un bonito centro histórico. Te recomiendo sentarte en cualquier café y pedir un "barraquito" que es como un café cortado pero con leche condensada.

El Puerto de la Cruz mereció mi atención. Ciudad marítima con un centro histórico muy bonito, la calle el lomo pavimentada a mediados de los años 70 con pequeñas casas tradicionales de una planta que ya estaban allí antes, pertenece al barrio de la Ranilla, al que que allí llaman el "Puerto del tiempo de mis abuelos". Es la única zona que se mantiene como en el tiempo en que el Puerto de la Cruz subsistía gracias a la pesca y allí vivían los pescadores. En la actualidad, el Puerto es claramente centro turístico como la mayoría de los lugares de esta isla. Pero cuando paseas por esta calle, se respira tranquilidad, historia...

En la zona del paseo marítimo unas pequeñas playas-piscinas donde puedes bañarte sin temer a las tremendas olas y corrientes del Atlántico. Puedes dejar tu coche en un gran aparcamiento público junto a la playa Jardín, cerca del estadio deportivo municipal y caminar junto al mar hasta el centro. No puedes irte sin probar el Chengue con papas al mojo picón, un pescado y una salsa típicas allí.


Me alojé en un hotel en otra ciudad marítima, Candelaria más al sureste de la isla. Con un paseo marítimo de unos 3 km de largo en el que golpea fuertemente el viento. Es famosa por sus fiestas y su basílica de Candelaria.


El sábado nos levantamos temprano y tras coger fuerzas y preparar nuestro picnic nos dirigimos al parque nacional del Teide por la carretera de la Esperanza. La subida es espectacular porque ves claramente como el paisaje va cambiando, empiezas junto al mar, palmeras y otra vegetación que se va convirtiendo en pinos y mucho verde para pasar a un desierto casi blanco entre rocas volcánicas rojizas, amarillas y negras asta llegar a la cima donde sólo encuentras ceniza y lava convertida en piedras.





Vale la pena ir parando en los miradores que encuentras por el camino, tomar unas fotos y respirar el aire puro, para ir adaptando el cuerpo a la altitud, ya que se pasa del nivel del mar a casi 4.000 en algo más de una hora.

Cuando llegas al cartel del parque nacional del Teide sigues la carretera hasta el teleférico. Dejas allí tu coche y subes en teleférico hasta casi la cima. El precio es de 27 euros ida y vuelta y el trayecto dura unos 8 minutos. Recuerda que estás en alta montaña y la temperatura baja, además, aunque haga sol si sopla el viento la sensación térmica es de mucho frío. En noviembre pasamos de 23º en la costa a 2º en la cima. Por tanto, llévate varias capas de ropa, gafas de sol y protector solar. Muy importante el calzado cómodo porque el suelo es pura roca. Tendrás que ser fuerte para no caer en la tentación de llevarte una piedra, porque te encuentras en una zona protegida. Si haces pic-nic, recuerda no dejar basura. Lleva agua arriba no hay nada más que la base del teleférico. 

Para subir hasta la cima, es necesario pedir un permiso especial que es gratis y se consigue en internet. El acceso a la cima está limitado a grupos reducidos y horario concreto. Es lógico, ya que el sendero es estrecho y es un espacio protegido. No puedes irte sin subir a la cima del Teide, la ruta marca 40 minutos de dificultad alta, pero si te gusta caminar por la montaña no te parecerá largo, además cuando llegas arriba y ves que estás sobre las nubes y que tienes una vista de 360º de todas las islas Canarias, vale la pena. Eso sí, al principio notarás que te falta el aire y puede que te duela la cabeza o sientas mareos. Recuerda que a 4.000 metros el cuerpo consume más oxígeno y el corazón late más rápido. Por eso, tómatelo con calma y sobretodo disfrútalo!

La bajada es más amena para la respiración pero más dura para las piernas por el desnivel y las rocas. Al llegar abajo puedes coger otros senderos que llevan a miradores con otras vistas también totalmente recomendables. En la base del teleférico un tentempié y cogemos de nuevo el coche para bajar por la carretera de Orotava, entre árboles y nubes.

Nuestro viaje ese día acabó en la Playa Jardín de Puerto de la Cruz, descansamos y nos mojamos los pies en el océano, impresionante sensación de contraste.


El domingo también madrugamos y nuestro primer destino fue el Acantilado de los Gigantes en el noroeste de la isla. Una pared impresionante junto al mar. Al lado el puerto de Santiago y Santiago del Teide. Allí se pueden coger barcos para ver ballenas pero necesitas tiempo. Nosotras preferimos seguir nuestra ruta hacia el norte de la isla.

Por una carretera que va hacia el interior, hasta la Masca, un pequeño pueblo colgado en un acantilado. La carretera continua estrecha y con muchas curvas entre las montañas y unas nubes que vienen del océano llenas de agua. Al adentrarnos por esta carretera el clima empezó a parecer tropical, calor y humedad, luego empezó a enfriarse y parecía que estábamos en Irlanda. Los paisajes son impresionantes, de esos que te quedas mirando y pierdes la noción del tiempo.

Continuamos la carretera para volver a salir hacia la costa hasta el Faro del Teno, extremo noroeste de la isla. Espectacular acantilado de colores rojos y negros junto al mar y el faro. El sol nos recordó que estábamos en las Canarias. 

La ruta siguió hacia el interior, los Silos, un pequeño pueblo que la guía nos recomendó, pero al que llegamos con una lluvia intensa que no nos permitió visitarlo. Por lo que decidimos continuar hacia Garachico, pueblo costero famoso por sus piscinas naturales, creadas por unas rocas junto a la costa que te permiten bañarte en el océano con tranquilidad. Estas piscinas están muy bien acondicionadas, con accesos y escaleras. El pueblo es muy bonito y puedes comer en algún restaurante y comprar artesanía típica.






El siguiente pueblo que visitamos fue Icod de los Vinos, donde está el Parque del Drago, un árbol milenario con un tronco que sólo puede ser rodeado por varias personas. El árbol está dentro de un parque en el que se paga entrada pero puedes verlo desde fuera perfectamente.





Nuestra tarde acabó de nuevo en el Puerto de la Cruz, donde tomamos un barraquito junto al paseo marítimo mientras disfrutábamos de un grupo de percusión que tocaba en la plaza.



Fantástica Tenerife, isla de contraste, de naturaleza en estado puro, a pesar del turismo. En unos pocos kilómetros encuentras un mundo de paisajes, de climas, de sensaciones. Totalmente recomendable. No puedes perdértelo.



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